28/9/08

TRES CARAS DEL PODER

Todo individuo que vive en sociedad participa -muchas veces sin saberlo-, de la contagiosa actividad política. Los medios de comunicación -prensa, radio y televisión- irrumpen abusivamente en nuestros hogares; nos torpedean mañana, tarde y noche, con noticias -en la mayoría de las ocasiones- que encubren realidades y nos internan con sus comentarios, irresponsablemente, en los vericuetos del quehacer de quienes han hecho del ejercicio político su modus vivendi y su manera personal de obtener, en unos, lícito bienestar económico y, en otros, hartura de sospechables riquezas exhibidas cínicamente a sabiendas de impunidades y compromisos recíprocos.

Hagamos reflexión acerca de las caras que nos muestra, sin reserva alguna, la mayoría de los políticos antes del poder, en el poder y después del poder:

Antes del poder:

Los medios de comunicación se dan a la tarea de difundir nombres, apellidos, antecedentes, intereses, ansias, promesas, bondades, sonrisas, acciones y otras lindezas más de políticos que pagan la construcción de asombrosas imágenes públicas. Pero así como los medios construyen también suelen destruir justa o injustamente el prestigio de quienes no se avienen a desorbitadas cotizaciones publicitarias.

El político en precampaña o en plena campaña en la pretensión de un cargo dentro del sistema, procura mostrar las más convincentes facetas de su rostro. Es alegre, es cordial, es bonachón, es paternal, es fraternal, ¡es un espléndido actor! Saluda efusivamente a todo aquél que encuentra en su camino; ofrece dádivas; hace reconocimientos; reparte despensas, láminas, útiles escolares, y, sobre todo, destila ternura, humildad y afán de sacrificio.

En el poder:

Una vez lograda la anhelada ascensión, bien posesionado, aspirando los aires de triunfo y la vanidad de la gloria, se encierra a piedra y lodo en sus reconfortables oficinas en las que indudablemente las tareas asignadas le impiden el contacto con el público que inútilmente pretende ser escuchado por aquél que rebosante de entusiasmo les abría los brazos en las giras de campaña y juraba a voz en cuello partirse el alma por satisfacer carencias y anhelos populares. Raro es el político que en ese mar tempestuoso de la administración pública, conserva sin marearse, irreprochable conducta a través de la cual los ideales se hacen realidad.

Después del poder:

El tiempo no perdona. Es raudo, es veloz, inmisericorde y su estampa queda plasmada en la historia tanto la oficial como la no oficial, la recogida por alabarderos de oficio y la transmitida por tradición oral de boca en boca por generaciones ya que la memoria es permanente en el alma de los pueblos.

Fuera del poder, cuando las puertas de los partidos se cierran y soplan otros aires y aparecen otros grupos y surgen otros intereses y poco a poco la soledad siembra de hastío la esperanza que se diluye en la angustia del ya no ser, el político derrumbado de su pedestal, cual bandera en derrota, transita por las calles, por los cafés, por los supermercados, por las salas de espectáculos y, actor solitario, perdido el estilo, presenta ante el público en vez de aquel rostro soberbio, la grotesca caricatura de un bufón en una carpa vacía.

¡Dichoso el político que cumplido su deber sigue vivo, permanente en el corazón del sentimiento popular antes del poder, en el poder y después del poder!