30/12/09

CANCIÓN DE LUZ

A Lety Oropeza de Sibilla


Esta noche en Tabasco,

Cristo ha nacido.

Un lucero del cielo

se ha desprendido.



Canta su nombre el río,

agua viva de luna.

Ave, pañal y pluma

le dan calor.



Ha nacido el amor,

Tabasco es luz.

Ha nacido la luz,

Tabasco es pez.



Que se arome la noche

con esta flor.

Que orgullosa la ceiba

sea su altavoz.



En Tabasco ha nacido

la bendición.

Este fervor del alma

es la pasión.



Cristo será en el mundo

la voz de Dios.

Acúnalo en tus brazos,

dale calor.



Es la fiesta del trópico,

noche de gala.

Cristo-Jesús, el niño,

cordero y ala.





Alabemos su nombre

Aquí en Tabasco.

Que la sombra se asome,

con tanta luz.



Esta noche en Tabasco

Cristo ha nacido.

Un lucero del cielo

se ha desprendido.

24/12/09

¡ALEA IACTA EST!

El crimen fue sorpresivo.

Llegaron los marines.

Rodearon el inmueble,

apretaron gatillos

de sus mortales armas.



La respuesta no se hizo esperar.

Iban por Beltrán Leyva

y una cruzada lluvia de balas

sembró de estruendos esa madrugada.



Reguero de cuerpos sin vida.

Sangre esparcida en todos lados.

Diluvio infernal de las metrallas.



¿Por qué no hubo el debido proceso?

¿Había necesidad de matar al enemigo?

¿Desnudarle el alma

y esparcir billetes en su cuerpo?

¡Alea iacta est!

diría un general romano.

¡Si!, ¡la suerte está echada!



Hoy, México es un paliacate

empapado de rabia,

de sangre, de venganza

y abierta herida para siempre.



Los marines ocupan

el sitio del ejército.

¿Acaso hay desconfianza,

de quién?… ¿De quienes?



La dignidad no tiene precio.

Esto lo sabe bien la milicia.

¿Por qué enfrentar en esta lucha

la fuerza del poder

de mar y tierra? ¿…?



La Iglesia, como siempre,

abre sus brazos y en cruz

exclama un verbo descarnado

en el escarnio que vive nuestro pueblo

inseguro y mancillado.



¿Acaso la esperanza se ha perdido

para siempre?

Llegó la noche y

no la madrugada.


¡Alea iacta est!


23 de diciembre de 2009.

16/12/09

LA SIEMBRA VERDADERA

Amigo: a conjugar dichas y penas

el corazón invita a puño abierto.

Fatiga caminar por las arenas

que forman soledades y desierto.


Comienza a germinar el fruto cierto

de las palabras limpias y serenas.

El lucero se pone a descubierto

de las nubes más níveas o morenas.


Amigo: hay que sembrar en primavera

semilla fraternal. Y en el verano

de la envidia cuidar la sementera.


Y luego ver así, grano por grano,

penas y dichas y amistad sincera

revueltos germinando en nuestra mano.

Felicidades 2009

15/12/09

¡LA HISTORIA...

...ES IMPLACABLE!

Estoy más que encabronado. Soy lector asiduo de la buena y de la mala prensa que se difunde en México. Me veo obligado, para estar informado, leer a periodistas honestos, que los hay, y a los que toman las páginas de los periódicos para medrar y para madrear. La prensa no oficial nos informa de los sucesos cotidianos de nuestro país. Leo los periódicos nacionales y, de casa, las notas me provocan ira, tristeza, desesperanza y angustia. Duele saber que el 81% de ciudadanos de nuestro país, según la información oficial de CONEVAL, se encuentra en pobreza o en sus límites. 77% tiene al menos una carencia; 69 millones no tienen seguridad social; 43 millones carecen de servicios de salud.

¡Cómo carajos no voy a estar encabronado!, la prensa oficial de nuestro Estado nos pone al tanto que el presupuesto que se manejará para el 2010 asciende a poco más de 34 mil millones de pesos. La imaginación carece de límites. No abarca la magnitud de esa cantidad de dinero en la mente de cualquier ciudadano interesado en saber de qué manera podría hacerse evidente en la realidad esa inconcebible cantidad. Nuestro Estado cuenta solamente con 17 municipios y por eso la pregunta: ¿Cuánto le toca a cada municipio para su desarrollo económico, social y cultural? La respuesta sería: Mínimamente mil quinientos millones y, el resto, para las preocupaciones electorales.

Hay Estados con mayor población, con más de cien municipios, con carencias tan extremas como las nuestras. No son comparable los ingresos y los egresos de aquellos Estados con los que reciben la gracia divina de contar con un presupuesto mayor de 30 mil millones de pesos. ¿Cuánto le correspondería del presupuesto a cada uno de los habitantes de este Estado? La pregunta queda en el aire.

Existe una lucha encarnizada en contra del narcotráfico, se gasta mucho dinero, son cegadas muchas vidas, de uno y otro bando: delincuentes y militares –estos cuya función, en tiempo de paz, debiera ser la realización de acciones que tengan exactas conexión con la disciplina militar-. El artículo 129 constitucional, hoy lamentablemente violado por órdenes presidenciales, tajantemente señala que en tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan –sostenemos- exacta conexión con la disciplina militar.

Diariamente la prensa nos informa que caen, muertos, o aprehendidos, miembros de organizaciones criminales; sin embargo, igualmente, caen acribillados muchos soldados que se incorporaron al ejército más por hambre que por vocación.

En nuestro país si bien es cierto que 40 millones viven en pobreza, también lo es que 20 millones se están muriendo de hambre.

Revisemos los sueldos de los funcionarios públicos; revisemos los mermados salarios de que gozan los soldados; revisemos la ridícula fijación del salario mínimo, que según la Ley Federal del Trabajo debiera ser suficiente para que una familia viva con dignidad. Si lo hacemos y si somos conscientes, nos morderíamos los labios por la impotente ira.

Por eso, yo, como muchos mexicanos, me siento mal y sufro esta desesperación -que hemos trascendido- de quienes viven en un morir por falta de oportunidades de trabajo y por hambre. La prensa nos trae la información –ver Economía/pág. 20/Jornada/11 de diciembre de 2009/Roberto González Amador-, de que mientras la economía se sumía en la mayor crisis en siete décadas, el gobierno mexicano desaprovechó oportunidades de aplicar acciones para contrarrestar los efectos de la recesión, que se ha traducido en pérdida de medio millón de empleos y el mayor desplome de la actividad en el continente. México, por eso, ha sido clasificado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) como el peor país en su desempeño ante la crisis.

No podemos cruzarnos de brazos. Algo debe hacerse. Si el gobierno está comprometido con el pueblo, si en verdad lo está, debe corregir el rumbo y reaccionar positivamente para acabar con estas inconcebibles desigualdades.

¡La historia es implacable!

1/12/09

ORDEN PUBLICO

Los conceptos, como las instituciones, con el paso del tiempo sufren mutaciones. Hace un siglo, por ejemplo, se construyó la categoría de orden público, hoy esa categoría está en franca retirada; la mayoría de las constituciones no comprenden el concepto de orden público, sólo nosotros todavía conservamos en nuestra Constitución, la categoría de orden público y la pregunta no se hace esperar: ¿Por qué ha desaparecido del constitucionalismo contemporáneo?

Par dar respuesta no olvidemos que la idea de orden público justificó en el siglo XIX la presencia y ejercicio de la fuerza pública y, hasta las tres décadas primeras del siglo XX se hizo patente su transformación en policía.

El concepto de orden público suele confundirse también con el de interés público.

Otto Mayer, jurista alemán del siglo XIX sostenía que el orden público es prácticamente un derecho natural que implica determinadas relaciones sociales en las que el Estado debe intervenir para dar orden en todas aquellas conductas perturbadoras, así pues, todo lo que entrañe para el Estado una idea de perturbación en las relaciones de convivencia social, propicia la intervención del Estado a través de la fuerza pública para poner el orden.

Entonces, la idea de orden público implicaría que donde la sociedad considerase que haya conductas perturbadoras, el Estado debe intervenir a petición de esta, para restablecer el orden. Observemos que aquí hay un problema de esencia de la idea de orden público. Y es que no se puede construir en sentido positivo la idea de orden público: tiene que construirse a partir de un polo opuesto, es decir, a partir del desorden, porque donde no hay orden impera el desorden. Lo importante es saber quién califica o define lo que es desorden: ¿La sociedad o el Estado?

Claro que quien lo define es el Estado investido de autoridad. ¿Y qué pasa cuando el Estado es autoritario? Pues que cualquier conducta y más aún, cualquier opinión crítica, podría calificarla como desorden.

Si se concibe el orden público como un derecho natural de las sociedades, su esencia será metajurídica porque carecería de un referente legal y se vuelve difuso, disperso, dada las conceptualizaciones individuales. Por ello se deja al arbitrio de la autoridad decidir dónde se requiere el orden. Esta postura es del siglo XIX.

Por eso la única posibilidad de darle contenido al orden público es positivilizándolo para que la ley nos diga de manera expresa qué se entiende por orden público y en que momento la autoridad debe intervenir para restablecerlo; la ley es la encargada de delimitar el concepto. Y es que para entender el orden público hay que precisarlo en la ley.

Nuestra Constitución, al referirse al tema de la libertad de expresión señala que la manifestación de ideas no será objeto de alguna inquisición judicial o administrativa, salvo que afecte a la moral, los derechos de terceros, constituya delito o afecte el orden público.

El orden público no es ajeno a la moral. Veamos: dos niños jugando en la calle podría parecernos que perturban el orden público, el EZLN perturba el orden público, las manifestaciones de protesta perturban el orden público, el CGH perturba el orden público. Aquí cabe señalar que la tradición conceptual de orden público es resultado de un modelo político del siglo XIX que se llamó intervencionismo estatal, porque bajo sus premisas de orden y progreso, debía lograrse la paz, la tranquilidad y el desarrollo integral, llegando al extremo de considerar este orden como orden público, por eso esta categoría significó la justificación de una fuerza pública que se legítima con la intervención violenta para preservar un orden invisible, impalpable y que sin embargo existe. Nuestra Constitución aún conserva en algunos artículos la categoría de orden público, que como hemos dicho se encuentra en retirada del constitucionalismo mundial.

El concepto de orden público que debía ser un elemento proteccionista de los gobernados, en el transcurso del tiempo se ha convertido en una fuerza pública opresora y represora de éstos, bajo un esquema de orden que nació a mediados del siglo XIX como defensa de la sociedad. Hoy ha cambiado de rostro, ha sufrido una lamentable mutación, ya que la justificación del orden público no es otra cosa que la intervención represora del Estado contraviniendo el espíritu constitucional proteccionista que le dio vida. De un órgano salvaguardia y protector, se ha convertido en un órgano de poder de dominación de las clases dominantes, herencia del estado premoderno.