Y LA VIRTUD DE LA EUBOLIA
La lengua es rapaz. Melíflua. Irresponsable. Comprometedora. Irónica. Sutil. Inductiva. Convincente. Acusadora. Infamante. Lóbrega. Halagadora. Decente. Indecente. Pulcra. Sucia. Elegante. Vulgar. Educada. Insolente. Culta. Ignorante. Alegre. Triste. Rumoreante. Silenciosa. Sumisa. Rebelde. Soberbia. Modesta. Angelical.
Suele el político usarla de instrumento, ya sea personalmente o a través de sus cortesanos, tanto para fines nobles como para fines que la perversidad macula.
Azorín, en una pequeña obra titulada El Político, publicada en su tiempo por aquella inolvidable colección Austral, aconsejaba a quienes se dedican a la experiencia riesgosa del ejercicio de la política, que para no incurrir en lamentables desaciertos, tuviesen la virtud de la eubolia, que consiste en decir solamente aquello que conviene decir.
¡Cuántos con las palabras convertidas en garras por su lengua, desgarran, emporcan y calumnian a sus víctimas en el oficio mediático que les sirve para alimentar de ruindad a su prole!
¡Cuántos por el irreflexivo uso de su lengua se han precipitado al vacío!
¡Cuántos envuelven su lengua en mieles que destilan en la hábil manera de envolver para fines aviesos a su víctima!
¡Cuántos irresponsablemente mueven su lengua convirtiéndose en cajas de resonancia de aquellos que intencionalmente lanzan el inescrupuloso comentario cargado de cieno, de veneno, de insidia, de perjurio, de mala sangre!
¡Cuántos se comprometen por la liviandad de su lengua en inadvertidos pactos verbales de los que más tarde, inútilmente, se arrepienten!
¡Cuántos haciendo gala de ironías con la vivacidad de su lengua, forjan desafectos!
¡Cuántos con su lengua sutilmente destilan acíbar!
¡Cuántos, inocentes víctimas, son inducidos por su lengua y las ajenas a la frustración, al fracaso, a la desesperación, a la soledad!
¡Cuántos laboran con su lengua la maestría del convencimiento!
¡Cuántos por su lengua hicieron víctimas del patíbulo a cuantos!
¡Cuántos hacen de su lengua temerario instrumento de la infamia!
¡Cuántos a su lengua la convierten en oscuro recinto de presagios negativos!
¡Cuántos disfrazan su lengua con inocentes encajes de halago en el afán de ganar gracia del poderoso!
¡Cuántos son admirados por el uso decente de su lengua!
¡Cuántos obtienen el desprecio público por el indecente uso de su lengua!
¡Cuántos reciben público reconocimiento por la pulcritud de su lengua!
¡Cuántos por su sucia lengua deambulan en el trágico sendero de la nada!
¡Cuántos por la elegancia de su lengua provocan respeto y alegría!
¡Cuántos por la vulgaridad de su lengua sienten en el alma heridas de desprecio!
¡Cuántos por su educada lengua son recibidos con honores!
¡Cuántos por la insolencia de su lengua son el rechazo de la sociedad!
¡Cuántos por su culta lengua merecen que se les escuche!
¡Cuántos por la ignorancia de su lengua provocan lástima o pena!
¡Cuántos por la alegría de su lengua estimulan intensas ganas de vivir!
¡Cuántos por la tristeza de su lengua invitan a la meditación y misericordia!
¡Cuántos por su lengua convertida en cesto de rumores viven el sufrimiento de la sospecha y el desdén público!
¡Cuántos por su lengua silenciosa transitan de la reflexión al saber!
¡Cuántos por la sumisión de su lengua convierten a la cobardía en su estandarte de triunfo!
¡Cuántos por la rebeldía de su lengua develan verdades encubiertas por la corrupción, la impunidad y el poder!
¡Cuántos por la soberbia de su lengua atemorizan, pero al final son irremediablemente aplastados por ésta!
¡Cuántos por la modestia de su lengua alcanzan la santidad o la gloria!
¡Cuántos con su angelical lengua construyen para los ingenuos deslumbrantes paraísos terrenales!
La lengua… la lengua… la lengua, lo mismo construye que destruye. El político que carece de la virtud de la eubolia suele, extemporáneamente, arrepentirse de haber movido su lengua para decir, lo que bien pudo callar a tiempo.