19/10/08

SEGURIDAD V

j) Seguridad nacional e información pública

Ernesto Villanueva[1] sostiene que la idea de seguridad pública carece de un concepto jurídico unívoco, dependiendo en muchas ocasiones de interpretaciones. Igual cosa sucede – afirma –, con la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, la que, al carecer de una definición que sirva para acotar el sentido de su significado, sólo se remite a reproducir cuestiones genéricas que no resuelven el problema de fondo. Es por ello que esta generalización de la seguridad nacional se ha convertido en aliado de los enemigos de la apertura informativa, quienes pretenden justificar la negativa al acceso a los registros a los interesados por encontrar la verdad documentada, pretextando aquellos en su oposición, particulares interpretaciones de lo que debe entenderse por seguridad nacional.

Villanueva señala que uno de los problemas que tiene la citada ley federal es que carece de la prueba de daño – que en México nació a partir de la Ley de Acceso a la Información Pública del Estado de Sinaloa aprobada antes que la federal –, lo que considera que es un candado creado para limitar al máximo la posibilidad de que en nombre de las ideas de seguridad del Estado o de la seguridad nacional se intente clasificar información que por lógica debiera ser pública.

Comenta Villanueva que es días pasados solicitó con base en la ley federal todo tipo de encuestas y sondeos elaborados por la Presidencia de la República concluidas debidamente. Se trata, - explica –, como se sabe, de servicios pagados con recursos públicos, cuyo contenido se centra siempre y sencillamente en la percepción de los mexicanos sobre determinados hechos o actos de la Presidencia de la República. Esto es, en estudios a través de los cuales la Presidencia de la República puede conocer lo que la persona de a pie, sabe, percibe u opina sobre un acto concreto. Se entiende, por lo mismo, que el solicitante estaría realizando la petición de una información pública. Sin embargo, no ha sido así hasta el momento, ya que, como sostiene, si bien es cierto que la Presidencia de la República respondió en tiempo y forma, también lo es que lo hizo contestando al peticionario que se trata de una información clasificada como reservada, apelando para justificar su negativa, al artículo 13 fracción I de la Ley relativa a la seguridad nacional.

Villanueva califica como poco afortunada la respuesta recibida. Al respecto transcribe lo que le contestó la Presidencia de la República: “Los reportes de que ellos se desprenden (de las encuestas), los posibles escenarios políticos o sociales y las recomendaciones respectivas debe ser (información) reservada durante un periodo similar al del gobierno en tanto que su difusión antes de la toma de decisiones podría implicar problemas de gobernabilidad, pues se darían a conocer de antemano acciones o intenciones de Estado, a diversos actores interesados en impedirlas. Asimismo, su difusión de manera inmediata a la toma de decisiones podría servir sólo de pretexto para realizar cuestionamientos, protestas, etcétera. Con el objetivo de desacreditar y hacer fracasar los objetivos estratégicos del gobierno”.

Como se puede advertir – nos dice – la Presidencia de la República confunde la gimnasia con la magnesia. Y es que el peticionario jamás preguntó el sentido inmediato de la toma de decisiones para garantizar la gobernabilidad, sino únicamente el contenido de las encuestas hechas con el dinero del pueblo. Advierte además y sobre todo, la preocupación de la Presidencia de la República de ser sometida al escrutinio público por su temor – según afirma – a que se desacrediten sus acciones.

Ahora – añade – corresponde seguir la ruta del recurso de revisión para enmendar esta primera decisión de la Presidencia de la República. Por eso, en esta cruzada – resalta –, es una buena noticia la expedición el lunes pasado (18 de agosto de 2003), por parte del Instituto Federal de Acceso a la Información, de los “lineamientos generales para la clasificación y desclasificación de la información de las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal”, que en realidad es un desarrollo operativo para llenar la ausencia de la prueba de daño y acotar la discrecionalidad en las negativas que invocan para ello el amplísimo concepto de seguridad nacional o gobernabilidad democrática.

En el caso señalado, Villanueva hace hincapié, que con la negativa a proporcionarle la información solicitada lo que la Presidencia defiende no es la seguridad nacional y su vertiente de gobernabilidad democrática, sino su propia imagen personal, debiendo quedar claro que no es posible confundir la imagen y posicionamiento del Presidente de la República con la idea de seguridad nacional. Y menos aún, que al proteger la percepción pública sobre el presidente y sus acciones se defienda necesariamente la seguridad nacional.

10/10/08

SILEPSIS

EN LA CONFRONTACIÓN

Cuando se está en una mesa de amigos, charlando sobre temas diversos, es importante saber escuchar y, con la prudencia que obliga la conversación, si se está en desacuerdo con la persona que tiene la palabra, permitir que ésta concluya su discurso y con el tácito permiso de los demás concurrentes exponer nuestros argumentos de manera respetuosa, pretendiendo demostrar la veracidad de nuestra tesis, sin incurrir en ofensas o reacciones que pudiesen ponernos en evidencia ante los demás.

El arte de la conversación consiste en saber escuchar y saber contradecir cuando se está en desacuerdo o bien, confirmar con nuestra participación las aseveraciones de quien ha expuesto sus razonamientos, que hemos escuchado.

Considerar en una plática que sólo nosotros somos poseedores de la verdad; interrumpir a quien está argumentando; cruzar con otros palabras ajenas al tema central; dar la impresión de ausencia; sonreír sarcásticamente frente al expositor; lanzar miradas o gestos desaprobatorios; fingir aceptación de lo afirmado por quien tiene la palabra; levantarse de la mesa a medio discurso de aquél o al terminar éste, con evidente fingimiento de urgencias, da por resultado un descriptivo “retrato hablado” de quien con sus actos se expone a posteriores comentarios negativos por su irreflexivo e insensible proceder.

Estamos acostumbrados, lamentablemente, a conversaciones cruzadas de las que incorrectamente participamos, pretendiendo entender y aún más comprender, los tres o cuatro temas que entrelazados se desarrollan a la vez. De la misma manera que nos gusta ser escuchados, de igual manera debemos escuchar.

No somos todólogos, debemos tener conciencia de nuestras limitaciones. Si no soy cardiólogo sería ridícula mi observación enmendadora de plana a quien tiene especialización en esa materia. El hecho de ser dependiente en un establecimiento comercial no me da los conocimientos que es menester para discutir balances con un contador profesional o auditor. Igualmente, si no soy abogado, resulta bizantina una polémica en la que pretenda exhibir a quien tiene la experiencia públicamente demostrada.

Prudencia. Modestia. Humildad. Atención. Reflexión. Oportunidad. Cortesía. Moderación. Discreción. Discernimiento. Mesura. Comedimiento. Templanza. Ponderación. Tolerancia. Conjunción. Y otras virtudes más, hacen que en una mesa de amigos dé frutos opimos la charla que une y florece en amistad verdadera.

La silepsis en la confrontación es el quebranto de la concordia.

8/10/08

SEGURIDAD IV

f.f) Seguridad social

Sepúlveda Amor[1] advierte que en forma semejante a lo que sucederá en el caso de un cierto número de países, México habrá de jugar un papel importante en la aplicación de los nuevos términos del concepto de seguridad internacional. Una primera consecuencia – indica – es que el perímetro de seguridad que corresponde a México, a Estados Unidos y a Canadá, se ha ensanchado de manera considerable. Su ampliación es espacial, pero también conceptual. Ello comprende el fortalecimiento de los sistemas de inteligencia y de información. La cooperación en este rubro habrá de significar mejores instrumentos en el combate al terrorismo, pero, de manera paralela, también podrá representar nuevos elementos para una mayor eficacia en la lucha contra el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción y el tráfico ilegal de armamentos. El riesgo – será –, desde luego, el que en los servicios de inteligencia predomine el criterio policiaco, con daño serio no sólo a las libertades fundamentales, sino también de la seguridad nacional.

En relación con la necesidad de redefinir la seguridad internacional, Sergio Vieira de Mello,[2] Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sostiene que la preponderancia militar de estados Unidos y Gran Bretaña no debe inducirnos a pensar que la estabilidad internacional puede garantizarse por la fuerza. Advierte que si el sistema internacional quiere basarse en algo distinto al poder, los Estados tendrán que volver a la institución que construyeron: Naciones Unidas. Esta institución – acusa – se enfrenta a una grave crisis. Debemos – aconseja – encontrar formas de resolverla o afrontar consecuencias terribles.

Expone: “Actualmente el pueblo de Irak, que ha sufrido durante tanto tiempo, es el que soporta principalmente el dolor, primero de la guerra y ahora de una paz refutada y polémica. Tiene que quedar claro que ha llegado la hora de que todos los Estados redefinan la seguridad global para situar los derechos humanos en el centro de ese concepto. Al hacerlo, todas las naciones deben ejercer su responsabilidad. Sólo entonces los Estados responsables, en lugar de los meramente fuertes, serán capaces de aportar una estabilidad duradera a nuestro mundo.*

h) Seguridad pública e intervención del ejército

En un Estado de derecho, el poder público tiene la responsabilidad de garantizar la tranquilidad, la paz y el bien común públicos. Es por ello que ante los intereses del Estado, debieran prevalecer los intereses de los particulares, esto es, los intereses de los individuos que conforman el grupo social. No es concebible en una democracia moderna la ausencia de justicia social, que es la justicia material y evidente, armonizadora de fines entre particulares y entre éstos y el propio Estado. Para el pueblo, la justicia que imparta el estado no debe ser una concepción abstracta, ideológica y clasista, sino aquella que a través del poder público garantice el fomento del crecimiento económico y el empleo, así como una más justa distribución del ingreso y la riqueza, permitiendo en los hechos el pleno ejercicio de la libertad y el pleno respeto a la dignidad de los individuos, grupos y clases sociales, bajo el marco protector de la normas constitucionales.

Por eso la pretensión de un estado de derecho debe ser el satisfacer al máximo las necesidades y demandas de los gobernados, evitar en lo posible el ejercicio de la violencia y ceñir sus actos a las responsabilidades y limitaciones que le ordena la Constitución, depositaria de la voluntad popular.

Sabemos que sería imposible para el estado realizar sus fines sin hacer uso de la coacción, a la que, en caso necesario, está facultado para ejercitarla; sin embargo, debe ser una coacción racional, legítima y legal sobre conductas humanas realizadas intencionalmente contra los valores y bienes jurídicos de los demás, incluso, los del propio Estado. Esta coacción la debe ejercer el estado en los casos necesarios, a través de sus órganos policíacos, en virtud de que se trata de una función de seguridad pública.

La reforma al artículo 21 constitucional del 31 de diciembre de 1994 da fundamento a la función de seguridad pública del Estado, en los párrafos quinto y sexto de dicho artículo, en los que establece:
La imposición de las penas es propia y exclusiva de la autoridad judicial. La persecución de los delitos incumbe al Ministerio Público y a la policía […]

[…] La seguridad pública es una función a cargo de la Federación, el Distrito Federal, los estados y los municipios, en las respectivas competencias que esta Constitución señala. La actuación de las instituciones policiales se regirá por los principios de legalidad, eficiencia, profesionalismo y honradez.

La Federación, el Distrito Federal, los estados y los municipios se coordinarán en los términos que la ley señala para establecer un sistema nacional de seguridad pública.

En el contenido de los párrafos citados encontramos presente el concepto de seguridad, cuya función corresponde en forma coparticipativa a la Federación, Estados y Municipios, así como al Distrito Federal, quienes deben ejercerla coordinadamente en los términos señalados por la ley que establece el sistema nacional de seguridad pública. Pero el citado concepto de seguridad nos hace reflexionar sobre otro concepto constitucional, que es el orden público. Ambos conceptos no sólo han encontrado desarrollo sistemático dentro del derecho público, sino que han terminado por ser sinónimos del concepto policía.[3]

El artículo 3º de la Ley General que establece las Bases de Coordinación del Sistema Nacional de Seguridad Pública (publicada en el Diario Oficial de la Federación el 11 de diciembre de 1995), señala que: “Conforme al artículo 21 constitucional y para los efectos de esta ley, la seguridad pública es la función a cargo del Estado que tiene como fines salvaguardar la integridad y derechos de las personas, así como preservar las libertades, el orden y la paz públicos.

“Las autoridades competentes alcanzarán los fines de la seguridad pública mediante la prevención, persecución y sanción de las infracciones y delitos, así como la reinserción social del delincuente y del menor infractor.

“El Estado combatirá las causas que generan la comisión de delitos y conductas antisociales y desarrollará políticas, programas y acciones para fomentar en la sociedad valores culturales cívicos, que induzcan el respeto a la legalidad.

“La función de seguridad pública se realizará en los diversos ámbitos de competencia, por conducto de las autoridades de policía preventiva, del Ministerio Público, de los tribunales, de las responsables de la prisión preventiva, ejecución de penas y tratamiento de menores infractores, de las encargadas de protección de las instalaciones y servicios estratégicos del país; así como por las demás autoridades que en razón de sus atribuciones, deban contribuir directa o indirectamente al objeto de esta ley”.

Serafín Ortiz Ortiz[4] observa que de la lectura del artículo anterior no se evidencia en qué consiste la función de seguridad pública, exclusivamente enuncia los órganos públicos encargados de realizarla que, por cierto, en dicha función se involucra a todo el sistema penal, a saber: la policía, los tribunales y la ejecución penal (es indudable que las normas contienen finalidades directivas – sostiene – y por ello no establece funciones, sin embargo en algunas subyacen funciones latentes no reveladas, acaso inconfesables.

Es importante – afirma Serafín Ortiz Ortiz – sostener que una legislación garantista debe establecer con precisión – principio de legalidad – cuáles son los comportamientos atentatorios del orden y la paz públicos, para no dejarlos a criterios subjetivos ni a la discrecionalidad de la autoridad.

[1] Idem, p. 14.
[2] Sergio Vieira de Mello, “La necesidad de redefinir la seguridad internacional”, Proceso/ Semanario de información y análisis/ No. 1399/ 24 de agosto de 2003/ pp. 44-45.
* Las expresiones de Sergio Vieira de Mello, fueron expuestas en su artículo que éste escribió en abril de 2003, un mes antes de ser designado por el secretario general de la ONU como su enviado especial en Irak, donde perdió la vida en el atentado que causó en Bagdad la destrucción de la sede de Naciones Unidas, bárbara respuesta y la pasiva actitud de la ONU, a la que el pueblo iraquí consideró identificada, por su cobardía, a los invasores. Dicho artículo fue reproducido por la revista Proceso con autorización del Centro de Información de la ONU en México.
[3] Serafín Ortiz Ortiz, Op. cit. p. 28.
[4] Ibidem, pp- 33-34.

6/10/08

CALDERON Y LA LUNA

DE OCTUBRE

De las lunas la de octubre es más hermosa, porque en ella se refleja la quietudde dos almas que han querido ser dichosas,al arrullo de su plena juventud.*

No siempre los poetas han sido malos gobernantes y no siempre los malos gobernantes han sido buenos poetas. Ejemplos los registra la historia. Así, Mao fue, además de poeta, excelente gobernante y dio un giro de 180 grados a la economía, a la política y al desarrollo social de china. Nerón, además de mal poeta, fue mal gobernante. Netzahualcoyotl fue, no sólo buen poeta sino además excelente gobernante.

Ahora en estos tiempos de desastres nacionales observados en Campeche, Tabasco y en Chiapas, el asombro descubre que el Presidente legal Felipe Calderón Hinojosa, nos resulta un romántico poeta, al declarar inspirado por una visión planetaria que la imprevista desgracia que ha hundido en las aguas de sus ríos al estado de Tabasco, no fue producto de la irresponsabilidad y de la corrupción de malos gobernantes y peores funcionarios, sino que de ello tuvo la culpa “la luna de octubre”.

¡Qué admirable y emocionado descubrimiento¡ ¡Con qué alegría el pueblo de Tabasco festeja la presidenciable declaración hoy aplaudida, por aquellos que lavan su culpabilidad en las aguas turbias de quien poéticamente vive el ensueño del Olimpo¡

¿Qué podría responderle al pueblo de Tabasco el Presidente legal de México, a las preguntas provocadas por tan inspirada declaración que se convierte en un pretendido manto tendido frente a la realidad con el que se intenta ocultar a quienes el pueblo de Tabasco señala como responsables de la desgracia que hoy sufre?¿Qué les podría contestar a los tabasqueños que no ignoran que la presa Peñitas no desfogó sus volúmenes de agua que producen energía eléctrica para empresas privadas?¿Qué podría decirles, si acaso no sabe que los naturales vasos reguladores del municipio de Centro fueron rellenados para así desaparecerlos y vendérselos a particulares que construyeron edificios en esos lugares sin importarles la desprevenida desgracia?¿Acaso habrá honestas y sinceras respuestas a estos reclamos populares?¿…?

¡Nó!, ¡jamás nunca, nó!. El pueblo tiene memoria y…,¡las aguas también!

5/10/08

PAISAJES AEREOS

Al Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo.

Las hormigas ignoran
lo que es acariciar el universo
con las mejillas plenas de luz.
Contemplar desde una nube
las protuberancias
del mundo.
Sentir el contacto
de la vida y la muerte
y una intuición sensible
de eternidad.

Yo niego la verdad
porque la llevo dentro.
Custodiando mi sangre
restableciendo mi carácter.

¿Dónde andarán mis huesos?
¿Acaso tendrán reservada
una muerte aérea o submarina?
¿Una sonrisa de ángeles altura?

Hay un país de rocas
bajo mis plantas.
La montaña más alta
no alcanzan estatura
porque yo soy el hombre,
el ser que viste a diario
ropa limpia
y purifica el traje
de su traje
en paisajes aéreos
y lluvia submarina.

2/10/08

SINFONIA INCONCLUSA

El teatro es anfibio. Es mesopotámico (el mapa lo describe en medio de dos ríos).[1] Entre el público hay expectación. Silencio. Alerta. Nerviosismo. Se abre el telón: la gran orquesta está compuesta por el quinteto de cuerdas (violines primero y segundo, violas, violoncelo, y contrabajo), dos flautas, flautín, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, cuatro trompas, tres trombones, dos trompetas y timbales. Es una verdadera orquesta sinfónica. Sobre el podium, erguido frente a los músicos, su director, con la batuta en la mano derecha da la señal de inicio al espectáculo musical que al ritmo de ambos brazos y de su movimiento corporal se deja embriagar por la celeste armonía que como impulso unitario del espíritu induce a la evocación, al suspiro, a matices de nubes y a bajeles de ensoñación. Así transcurre el concierto en el que sobresalen las egregias notas de los solistas.

Sin embargo, ¡oh!, sorpresa, el primer violín toma inesperadamente el lugar del director y el concierto ya no es el mismo. Los músicos se descontrolan, cada quien ejecuta pausas, compases, tonos, intervalos, arpegios, movimientos, adagios, de la manera que más les viene en gana.

El público está desconcertado. El espectáculo es atroz. Por si fuera poco, el primer violín es desplazado por los timbales y las percusiones retumban en forma ensordecedora. Para colmo, los timbales son desplazados, repentinamente, por las trompas y éstas por los trombones; el poder de dirección se fragmenta, se dispersa, se aniquila. El murmullo no se hace esperar. El rumor corre de oreja a oreja. Entre tanto, las aguas suben de tono y cuentan las crónicas que la sinfonía termina inconclusa, bajo el traqueteo de una lluvia infernal.

[1] De Meso: medio. Y de Pótamos: río.

1/10/08

VISION DE LA ESTATUA

EL SUEÑO DE NABUCODONOSOR

Estamos en el año segundo del ornamentado reino de Nabucodonosor, hombre de sortilegios y ensoñaciones. Aquella noche no pudo conciliar el sueño. Desesperado llamó a su presencia a magos, adivinos y a encantadores. Su mente enfebrecida quería disipar sus dudas. Ellos vinieron. El rey, con voz entrecortada, les dijo: “He tenido un sueño y mi espíritu se ha turbado por el deseo de comprenderlo”. Los convocados respondieron: “¡Qué viva el rey por toda la eternidad!”

¿Cuáles eran las dudas del rey? ¿Qué misterios contenían las imágenes de sus sueños? ¿Cuáles eran sus presagios? ¿Por qué a los hombres cuando tienen el poder les angustian los presentimientos?

Ante la regia presencia de Nabucodonosor y ante la advertida desesperación de éste, los adivinos le manifiestan: “Contad, nuestro rey, a vuestros humildes siervos para que hagamos interpretaciones”.

En respuesta, el rey, con la angustia asomada a sus ojos y a sus labios les dijo: “Debéis tener presente mi decisión: Si no me diéreis a conocer mi sueño y su interpretación, os juro que seréis cortados en pedazos y vuestros suntuosos hogares serán reducidos a cenizas. ¡Ah!, pero si me diéreis a conocer las inquietudes de mis sueños y su interpretación, recibiréis de vuestra generosa majestad regalos y espléndidos honores. Dadme, pues, a conocer el sueño y su interpretación”.

Los adivinos por segunda vez le respondieron: “Cuente el rey sus sueños y sus siervos aquí presentes daremos su interpretación”.

Nabucodonosor, experimentado en las artes de la política, la simulación y las vanas promesas manifestó: “Si os atreviereis al engaño o a ganar tiempo a sabiendas que mi decisión ha sido tomada, vuestra sentencia no la borrará el perdón. Por lo mismo, os demando indicarme el sueño y sabré que podéis participarme su interpretación”.

Los adivinos respondieron con voz casi inaudible a sabiendas de lo que les esperaba: “No hay nadie en el mundo que pueda descubrir lo que quiere el rey; y por ello ninguna majestad, por grande y poderosa que sea, pregunta jamás semejantes cosas a mago alguno, adivino o caldeo. Lo que nuestro rey pide es imposible y nadie se lo puede descubrir o describir, solamente los dioses; sólo que ellos no viven entre los mortales”.

Ante esas palabras de lluvia, el rey atormentado y enfurecido, con voz de huracán ordenó matar a todos los sabios de Babilonia. Una vez promulgado el decreto de privar de la vida a los sabios, se buscó también a Daniel y a sus compañeros para igualmente matarlos.

Daniel, entretanto, va en busca de Aryok, jefe de la guardia real que se disponía a cumplir las criminales órdenes de Nabucodonosor. Con palabras suaves, tranquilas, de arroyos sin misterios, sabias y prudentes, dirigiéndose a Aryok le dijo: “¿Por qué ha dado el rey un decreto tan contundente, tan tajante?”. El soldado detalló a Daniel los acontecimientos. Daniel, con la fe puesta en su acción y palabras llegó ante el rey al que pidió se le concediese plazo para dar la interpretación demandada por el monarca. A su regreso a casa, Daniel contó a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías, el resultado de su entrevista, invitándoles a rogar misericordia al Dios del cielo, a fin de que evitase la muerte de él y de sus compañeros, así como del resto de los sabios de Babilonia.

Daniel en la tranquilidad del sueño tuvo una visión nocturna y por ello bendijo al Dios del cielo.

Al llegar el alba Daniel se presentó ante Aryok a quien pidió lo llevase ante la presencia del rey para declararle su interpretación. Aryok se apresuró a llevar a Daniel ante el rey a quien dijo: “He encontrado entre los deportados de Judá a este hombre que puede dar a conocer a mi rey la interpretación”. En ese instante, el rey tomó la palabra y dirigiéndose a Daniel le dijo: “¿Eres capaz de darme a conocer el sueño que he tenido y su interpretación?,” a lo que Daniel con voz firme y convincente manifestó: “El misterio que el rey quiere saber, no existen sabios, ni adivinos, ni magos, ni astrólogos que lo puedan revelar al rey; sólo hay un Dios en el cielo y es quien revela los misterios y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los días”. Daniel con voz enérgica y profética agregó: “Tu sueño y las visiones de tu sueño que turban tu cabeza y arremeten contra la debilidad de tu espíritu, eran éstos”:

“¡Oh rey!, vuestros pensamientos que intranquilizaban tu mente en el lecho hacen referencia a lo que ha de suceder en el futuro, revelándonos sus misterios, dándote a conocer lo que sucederá. A mí sin que sea poseedor de mayor sabiduría que cualquiera otro ser viviente, ese misterio se me ha revelado con la sola finalidad de dar a conocer al rey su interpretación, que aclare los pensamientos que anidan en su corazón.

“Tú, ¡oh rey!, has tenido esta visión: una grandísima estatua, de fulgurante brillo, de terrible aspecto, que se levantaba amenazante ante tí. La cabeza de esta estatua era de oro inmaculado, su pecho y sus brazos de blanca plata, su vientre y sus lomos de sonoro bronce, sus piernas de firme hierro, sus pies parte de hierro y parte de humillada arcilla. Tú estabas absorto, mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió sin intervención de mano alguna y vino a dar en los pies de hierro y arcilla de la estatua y los hizo polvo. Fue entonces cuando todo a la vez quedó pulverizado: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como pelusa o paja menuda de trilladas semillas, como el tamo[1] de la era[2] en verano, y el viento imperdonable se lo llevó sin dejar rastro alguno. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en inmenso monte que llenó toda la tierra. Tal fue el sueño; ahora hablaremos ante el rey de su interpretación: Tú, ¡oh rey!, rey de reyes a quien el Dios del cielo ha dado reino, fuerza poder y gloria -los hijos de los hombres, las bestias del campo, los pájaros celestes, donde quiera que habiten, los ha dejado en tus manos y te ha hecho soberano de éllos-, tú eres la cabeza de oro. Después de ti vendrá otro reino, inferior al tuyo, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra entera. Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo lo disuelve y machaca; como el hierro que aplasta, así él pulverizará y aplastará a todos los otros. Y lo que has visto, ¡oh rey!, los pies y los dedos, parte de arcilla de alfarero y parte de hierro es un reino que estará dividido: tendrá la solidez del hierro, según has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla. Los dedos de los pies, parte de hierro y parte de arcilla, es que el reino será en parte fuerte y en parte frágil y lo que has visto: el hierro mezclado con la masa de arcilla, es que se mezclarán éllos entre sí por simiente humana, sin embargo, no se aglutinarán el uno al otro, de igual manera que el hierro no se mezcla con la arcilla. En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, dicho reino no pasará a otro pueblo, pulverizará y aniquilará a todos estos reinos y él subsistirá eternamente, tal como has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de suceder. Tal es, ¡oh rey!, verdaderamente el sueño y su interpretación digna de confianza”. La Biblia, libro de libros trae con este relato, a nuestra alma y a nuestra mente la imagen de Daniel.*

Los hombres somos dados a la imaginación, al ensueño, y a construir nuestros propios monumentos, unos mentalmente; otros, materialmente con arena, bronce, sudor o lágrimas ajenas.

Horacio, sabedor del prestigio alcanzado, en el solar nativo de su tranquila Venusia, musitaba pleno de satisfacción: “Erigí un monumento más perenne que el bronce/y más alto que el sitio de las pirámides/y ya soy mordido menos/por el diente de la envidia”.

Todo hombre o mujer construyen en el trayecto de su vida su propia estatua. Unos lo logran en el trabajo campesino; otros en la pesca, en la artesanía, en la fabrica, en la industria, en el comercio, en la empresa, en su independencia laboral, en la escuela, en el arte y, otros, en la afortunada o maculada vocación política.

Es en el sinuoso arte de la política donde hay quienes autoconstruyen su monumento a imagen y semejanza de la colosal estatua que turbaba el sueño de Nabucodonosor. La imagen, la visión extraordinaria que revela Daniel, nos lleva a pensar en la construcción y a la vez en la autodestrucción de la paciente o apresurada, inmadura, inexperta, voraz, corrupta, o audaz erección de transitorias estatuas de sugerentes “héroes civiles” cuya cabeza es de dublé[3], el cuerpo de arena y los pies de barro. ¡No soportan la crítica! En el desvanecimiento cotidiano de su imagen otrora admirada, poco a poco, con sus actos que más que responder prudentemente a los dictados de la reflexión, los conducen instintivamente, sin advertir que el veredicto colectivo llega a convertirse de suave brisa en huracán incontrolable que arrasa y pulveriza lo que pudo haber sido “consagración de la primavera”.

En política, cuidar con honestidad la imagen pública, la dirección y contenido de las palabras, y el cumplimiento de las promesas hechas realidad en las acciones, dan seguridad, afecto y reconocimiento sociales. El descuido, la ebriedad del poder, hacen pensar en el sueño de Nabucodonosor: visión de una estatua erigida con sudor, lágrimas ajenas y mentiras de dublé, de arena y barro, y de aquellas que reflexivamente se levantan con fe, cariño, esperanza y prestigio social, pero que, irresponsablemente, son cotidianamente autodestruidas, provocando comprensible desilusión popular. El tiempo hace tatuajes. La hojarasca es levantada por la ventisca, sólo que, cuando pasa el impulso de ésta, aquella cae estrepitosamente para no levantarse jamás. El viento se desposa con el olvido. La memoria se convierte en recuerdo.

¿Quién le teme a la historia?

[1] Tamo: Pelusa, polvo, paja menuda de varias semillas trilladas.
[2] Era: Espacio de tierra donde se trillan las mieses.
* Cfr Biblia de Jerusalén Editorial Española Desclée de Brouwer, Bilbao, 1985 p. 1275.
[3]Dublé: metal vil que imita a una joya. www.scribd.com/doc/249322/Diccionario-de-lunfardo - 830k