26/11/08

OBEDIENCIA I

Y DESOBEDIENCIA MILITAR LEGITIMADA

1.1 Mando militar

El mando militar es esencialmente espiritual, sin dejar por ello de ser racional. Según Gazzoli abreva sus bases en la humanística, sin que para ello sea necesario que los militares aprendan o no las ciencias humanísticas para comprenderlo en su sentido intrínseco o que quienes lo ejerzan sean o no humanitarios, dada la naturaleza de cada uno en su individualidad, pero tomado esto con el sentido de que el superior sea considerado con su subalterno y se sienta identificado con sus padecimientos.

La experiencia profesional en el mando es de suma importancia, al igual que el de las condiciones propias de la conducción de personas. Quien manda en una organización militar debe fomentar en sus subalternos ideales patrióticos, desprendimiento personal y, sobre todo, valor para afrontar los peligros y sacrificar la propia vida si es necesario, en aras de la finalidad suprema para la que el militar es preparado en el rigor de la disciplina.

El mando militar tiene por su influjo, matices carismáticos, emocionales. Quien está investido de esa facultad y posee las cualidades personales que impactan a sus subalternos, se le llama conductor, ya que posee el don aceptado colectivamente de transmitir sus impulsos más íntimos convertidos en orden a quienes se encuentran a él subordinados.

La tendencia del mando militar es autocrática ya que se basa en la jerarquía más que en la inclinación a la obediencia.

El mismo Gazzoli señala que el mando autocrático no obstante su carácter traslativo, dada su naturaleza impositivo-invasiva, generalmente no llega a penetrar los fueros íntimos del subalterno ya que genera resistencia en éste para admitirlo. Por ello se asienta que tiende, que apenas se le aproxima. Sin embargo, con frecuencia logra resultados satisfactorios toda vez que normalmente coincide no sólo con una personalidad temperamentalmente dominante, sino que concuerda con un reconocido conocimiento del oficio y una destacada habilidad para captar la magnitud de los problemas y actuar de acuerdo a la urgencia de las circunstancias, con prontitud, decisión y eficiencia, dando las órdenes pertinentes a una solución concreta.

"Estas últimas características —expresa Gazzoli— son justamente las que en el orden castrense crean tendencia al mando traslativo pues normalmente el militar, tomado cada uno en su grado, tiene un conocimiento profundo de su profesión como consecuencia del escalamiento jerárquico vertical que le permite forzosamente, dominar todos los conocimientos correspondientes a los grados anteriores, y además, el ejercicio permanente de la responsabilidad de mando le desarrolla el carácter, al mismo tiempo que la capacidad de resolución.

“Con frecuencia escuchamos hablar de "el espíritu militar". Este concepto proveniente de la milicia —que lo define explícitamente- se hace extensivo a la conducta de muchos civiles y a profesiones diversas. En la milicia se vigila su cumplimiento en el comportamiento del soldado y se le distingue como "penetración de la profesión en el espíritu".

“El militar o exmilitar que dirige organizaciones civiles tiende a inculcar a sus componentes el espíritu militar. O sea —explica Gazzoli — que trata de crear las bases para que cunda el "espíritu profesional", lo que significa hacer penetrar la profesión en quienes la ejercen para que llegue a formar parte de su propia naturaleza, para que la amen más y la sientan más intensamente o, en última instancia, que se sientan obligados con ella como consigo mismo.

“En las filas castrenses el espíritu militar se entiende como: "Cumplimiento del deber militar; escrupulosidad y celo en el desempeño del cargo, empeño en satisfacer; entusiasmo profesional; puntualidad; subordinación; respeto; espíritu de sacrificio; resistencia a las fatigas en tareas de guarnición y campaña; estrictez; exigencia y consideración para con los inferiores; modo de ser con los camaradas y superiores; presencia, entonación, firmeza, claridad y precisión en el mando, en ordenar, en instruir y en mantener la atención de los subalternos y conducta en el servicio.

“En las filas castrenses se entiende como falta de espíritu militar:

"Los pedidos infundados de cambio de destino, los frecuentes partes de enfermo y solicitud de licencias, las excusas al servicio; el tratar de aparentar ante los superiores valores y condiciones profesionales que no se poseen; el no apoyar a los subalternos con el calor que corresponde a sus justas solicitudes, aspiraciones o reclamos; el cumplir sólo lo indispensable con las exigencias del servicio tomando la profesión militar tan sólo como un medio de vida; el demostrar no poseer un elevado espíritu de cuerpo y amor a la profesión y todo lo que con ella se relaciona y, finalmente, no prodigar todas las energías en el cuidado y conservación de las armas y elementos y en la preparación para la guerra de los hombres que el Estado le ha confiado.

“El mando para el soldado encuentra sus fuentes en la ley y en la costumbre militar; lo practica como principio no sólo en la milicia sino también en cualquier actividad civil en la que le toque participar con funciones directivas. Su sentido del mando lo impele a imponer su voluntad sobre otra y otras características de su carácter prevalente.

“La concepción más clara, amplia y universal de la expresión del mando militar es la investidura de general.

El coronel argentino Luis Gazzoli afirma:

"El general es un militar que ha adquirido capacidad incondicionada para mandar. Puede haber malos generales, pero esto no invalida la proposición enunciada. La persona que ostenta ese grado puede mandar bien o mal, esto depende de ella, pero la facultad de mandar en cualquier circunstancia y sin condiciones va implícita en el grado y esto, fundamentalmente, se debe a que, como ya lo hemos expresado: el militar se perfecciona en el mando a lo largo de toda su carrera.

“Hemos señalado la tendencia a la inclinación autocrática en el mando militar, sin embargo, es de advertir que la puesta en práctica, indiscriminadamente de la autocracia como expresión de mando, vicia el ejercicio de éste. No obstante, la aproximación a la autocracia en la actitud del conductor, es la evidencia más acabada de mando y el objetivo ideal de cada jerarquía. El soldado que ha hecho del espíritu militar su propia carne y espíritu, al practicar la conducción con sentido ético, demuestra con su conducta la diferencia sustancial entre el mando militar y el desbordado mando autocrático”.

19/11/08

LOS DOCE MESES DEL AÑO

Jano, entre los romanos, era el dios de los principios y de los fines. Cuando alguien emprendía un negocio, un viaje, o terminaba con éxito una empresa, imploraba o agradecía la asistencia del dios, quien también era considerado guardián del cielo y protector de los atrios y puertas de los hogares.

El templo de Jano tenía 12 puertas, correspondiendo cada una a los meses del calendario juliano. A Jano se le atribuía la facultad de ver al mismo tiempo el porvenir y el pasado, y por eso sus estatuas lo demuestran con dos caras, mirando en direcciones opuestas.

El nombre de Enero proviene del latín Januarius, que a su vez deriva de Janua (puerta) porque el primer mes del año es la puerta del tiempo que comienza.

Febrero.- Adoradores igualmente de deidades femeninas, los romanos tenían en Februa, la diosa de las purificaciones, que en realidad esa denominación era un sobrenombre de la diosa Juno, la Hera griega.

La celebración de ceremonias de purificación en honor de esta diosa se llamaba “fiestas februales”. De la palabra februarius se deriva la palabra febrero, con que se nombra al segundo mes del año. Cabe señalar que es el mes más corto, ya que comprende 28 días en los años comunes y 29 en los bisiestos. Se le agrega este día porque, constando el año aproximadamente de 365 días y 6 horas, al cabo de cuatro años esas horas han formado un día, que se agrega a febrero por ser el más corto.

La innovación que comentamos data de los tiempos de Julio Cesar quien ante la acumulación de tales fracciones que producía un desconcierto notable entre las fechas corrientes y no coincidía con la periodicidad de los fenómenos celestes, llamó a Sosígenes, renombrado astrónomo de Alejandría quien propuso que a cada cuatro años el día 24 de febrero, que el cómputo romano llamaba sextus kalendas marti, se repitiese, quedando así el referido mes aumentado en un día, llamado bissextilis, o sea bisiesto.

La inexactitud de dicho cómputo hizo necesaria con el tiempo la corrección gregoriana, llamada así por Gregorio XIII, quien fue el Papa que la decretó: esta corrección suprimió algunos años, bisiestos y restableció en su verdadero lugar la época del equinoccio de primavera.

Marzo.- Es Marte, el temible dios de la guerra, omnipotente a causa de su gran poderío y fortaleza. Los romanos le pedían la lluvia para sus campos y lo consultaban en sus asuntos privados. Marte da nombre al tercer mes del año.

Abril.- El cuarto mes del año es representado por la figura de Aprilis. Abril era para los romanos el mes en que la naturaleza “se abría” llenando al paisaje de luz y esperanza. Era como si la vida despertase de un largo sueño aletargada y aterida por los fríos del invierno.

Mayo.- Su nombre se debe a la apacible majestad de la diosa Maya, hija de Pleyonea y de Atlas, rey fabuloso de Mauritania, transformado en montaña por Júpiter y condenado a sostener el mundo sobre sus hombros.

Junio.- Su nombre se lo disputan la diosa Juno y un altivo mancebo romano llamado Junius. Las opiniones difieren sobre el origen del nombre de este mes; unos lo creen consagrado a Junius y otros a la diosa Juno, recibida por los romanos del olimpo griego.

Julio.- Con este nombre se conoce el séptimo mes del año. Deriva de la palabra Julios. Julio Cesar, soldado, gobernante y escritor fue uno de los más grandes hombres de la antigüedad.

Agosto.- Deriva de Augustus. El emperador Augusto celebraba en este mes los más señalados acontecimientos de su vida.

Septiembre.- El primitivo año romano constaba de 10 meses, cuatro de 31 días y los 6 restantes de 30, que hacen un total de 304 días. El primero de los meses de ese primitivo año, era martius –marzo- y, por consiguiente septiembre era el séptimo, número ordinal que los romanos escribían por medio de las letras de su abecedario.

Octubre.- El nombre proviene de octo cuyo significado en latín es ocho, sólo que octubre, que en un principio fue el octavo mes del calendario romano, pasó luego al décimo lugar desde que Numa, rey de Roma, fijó el principio de año en el día primero del mes de enero.

Noviembre.- Era el noveno año en el antiguo cómputo romano y por eso se le conocía como novembre. Se contaba entre los más importantes respecto a fiestas religiosas y estaba consagrado a Diana.

Diciembre.- Proviene del Latín december, de decem –diez- y era el último mes del cómputo romano.

Desde el principio de la era cristiana en diciembre se celebraban las fiestas del hogar en las que el mundo cristiano conmemora el nacimiento de Cristo, es el mes de las festividades de Nochebuena y Navidad.

Trinidad Malpica H., en su Glosando “Verdades”, de El Hijo del Garabato de fecha 2 de enero de 1976 señala que de hecho y de derecho que el año de 365 días es Pagano y que el Papa Gregorio tuvo que adoptarlo en tanto que la Iglesia Católica lo aceptaba y le imponía su santoral cristiano. Luego vino –explica- la clasificación y nombre de los días de la semana que también son Paganos: el lunes en honor de la Luna, martes a Marte, miércoles a Mercurio, jueves a Jobes (Júpiter), viernes a Venus, sábado a Saturno y el domingo le quedó a Dios porque domingo es Dómine que equivale a SEÑOR y señor es el nombre con que se ha conocido o denominado a Dios.


[1] Mitología.- Por Alicia Barrera Martínez.- Tomo III.- El Nuevo Tesoro de la Juventud.

13/11/08

LOS APATRIDAS

El apátrida es insensible. Desconoce orígenes. Carece de escrúpulos y de sentimientos.

Los apátridas se apeñuzcan en grupos de interés. Sobre el tapete de bastardas ambiciones juegan a los dados el alma popular.

La ira de Dios cimbró los cimientos de su templo cuando resonante su voz fustigó a los apátridas, cambistas de ideales, emponzoñadores de conciencias, avaros en la miseria y mercaderes del trágico destino de los desamparados.

Apátrida es quien niega socorro a sus hermanos. Quien se apropia de un puñado de luz cual míseras monedas escondidas en la ruindad de su pensamiento. Apátrida es quien filantrópicamente anuncia en autoparlantes la generosa dádiva deducible de impuestos.

Los apátridas oran. Ayunan. Solicitan clemencia. Imploran, porque saben que aquí o allá tarde o temprano recibirán el justo castigo o “premio” a su egoísta conducta.

Apátrida es quien goza con el drama, la tragedia, la angustia del país. Apátrida es quien en los momentos decisivos huye, es esconde, claudica o denuncia a quienes firmes en sus convicciones son capaces de morir en defensa de la dignidad de quienes claman justicia de pie y anhelan un destino mejor para sus hijos.

Apátrida es quien indiferente escucha las notas marciales del Himno Nacional. Apátrida es el inconmovible ante el libre ondear de nuestra Bandera.

Apátrida es quien comercia con ilusiones infantiles, con lágrimas de ausencia, con el sufrimiento del necesitado, con la desesperación de quienes buscan democracia, justicia y libertad.

Apátrida es quien siembra cenizas, rencor, odio y frustración.

Apátrida es quien quebranta promesas, quien se fatiga a destiempo, quien falto de impulso se siente vencido antes del último esfuerzo.

Los apátridas son adoradores de lo efímero, fugaz y transitorio. Es la raza que desconoce linderos, que desconoce efectos, que desconoce la tumba de sus muertos.

Apátrida es quien nunca se atrevió a ser. Es la nada, a pesar de su abundancia, de su riqueza y miserables pasiones.

11/11/08

FABULA DEL LEÓN

LA LIBERTAD

La jaula está abierta. Es la oportunidad de escapar. Seguramente al vigilante se le olvidó cerrar, como es costumbre, dando vuelta a la llave. Solamente un leve empujón con el hocico y ¡zas! la libertad.

Él es un hermoso felino, de presencia arrogante y mirada triste. Los niños admiran su figura con asombro e ingenuidad. Lo trajeron del África a este zoológico hace muchos años. No soportaba el cautiverio; allá era el rey de la selva. Por eso, rugía con odio y desesperación y sus pasos era interminables dentro del pequeño cuadro de la jaula. De eso, a la fecha, han pasado muchos años; su pelambre se ha hecho gris, sus garras están reprimidas y la crueldad que antes brillaba en sus ojos se ha convertido en tristeza. Ruge con un grito de angustia interminable que los animales en cautiverio traducen en señal de dolor. Y he aquí, que de pronto, la ansiada libertad está en la puerta. Pero no… ¿qué le pasa?... Basta un leve empujón con el hocico… ¿Por qué no lo hace? El rugiente león se queda pensativo… Allá, en la calle, está la libertad ¿y qué puede hacer con la libertad un viejo león de garras reprimidas por los años? Sí, allá está la libertad, pero rondan también el hambre y bestias más salvajes que las del zoológico.

El viejo guardián ha vuelto. Y con una sonrisa de burla, mostrando la llave, dice en tono humillante al hoy sumiso Rey de la selva: “Sabía que no te atreverías a escapar. Yo, como tú, también fui un joven león que amaba la libertad. Ahora, los dos dependemos de esta llave”. ¡Click!