La soledad es vacío. Ausencia. Olvido. Renuncia. Oscuridad. Es ulular del viento sobre el techado de la angustia. Es casa deshabitada. Frío. Temor. Espejo sin imagen.
Penumbra. Frustración. Ramaje sin hojas. Cenit. La soledad es polvo de osario.
Pasos. Bordón. Cuna sin llanto. La soledad es dolor por el recuerdo.
Almanaque sin nombres. Página en blanco. Agua sin claridad de luna. La soledad es sed por la esperanza.
Pañuelo de ciego. Arrepentimiento tardío. Opresión del alma. Quejumbre del espíritu. La soledad es presente sin futuro y borrón del pasado.
Lamento inaudible. Isla del desamor. Pétalo sin perfume. La soledad es guijarro en eterna caída.
Zona de silencio. Eco sin voz. Manos estremecidas en el aire. Saludo sin respuesta. La soledad es el revés de una sonrisa.
Manga sin puño. Terreno baldío. Anhelo de compañía. La soledad es tiempo sin memoria.
Es mirada sin mirar. Cabeza sostenida entre las manos y codos apoyados en la mesa sin nada ni nadie alrededor. La soledad es insomnio. Tristeza sin albas ni horizontes.
Lágrima petrificada en un abismo de congojas. Pozo infinito. Lejanía. Labios sin la humedad de un beso. Resequedad del sentimiento.
La soledad es el desierto que paga con creces la siembra de cardos y ortigas.
A veces la ingratitud suele otorgarla en premio a las buenas acciones.
La soledad es cadáver viviente.
Todo lo anterior hace mucho tiempo lo expresé en mis reflexiones que sobre la conducta y estados anímicos del hombre, recopilé en un pequeño volumen titulado El Sonido del Tiempo que publicó la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
Hoy he seguido reflexionando sobre el tema. Vienen a mi memoria varias lecturas y ejemplos de hombres que vivieron o que viven su pavoroso drama de soledad construido por ellos mismos.
Recuerdo la cárcel de Spandau, Alemania, edificada para recluir criminales de guerra condenados `por el tribunal de Nuremberg´.
La soledad de Napoleón confinado en la isla de Elba viviendo la ensoñación de sus pasadas glorias y repasando en soliloquio algunos artículos de su trascendente y transterritorial Código Civil.
Los versos inmarcesibles de Miguel Hernández describiendo el drama de un albañil que erige su propia cárcel.
Desde mi cuarto-biblioteca llegan a mis oídos a través de la radio vecina noticias y entrevistas a funcionarios públicos y sus informaciones las complemento con las obtenidas a través de la lectura de las páginas diarias de periódicos locales y nacionales.
De allí surgen otras reflexiones:
Miro con el pensamiento a los hombres de Estado prisioneros en sus despachos infranqueables, repasar papeles y papeles y papeles, dando selectivas respuestas telefónicas, dictando o contestando memoranda, agendando citas, confirmando compromisos, visitas o atendiendo órdenes superiores. El poder los absorbe. Carecen de reposo. Les falta tiempo para ejecutar todo lo que ellos quisieran. Se les ha acabado la tranquilidad. Si salen a la calle o si rara vez se atreven a participar de la convivencia pública, lo hacen resguardados por una impenetrable muralla de guardaespaldas a veces perceptible o en ocasiones temeraria que les forman un halo de soledad.
¡Qué ingrato es el poder! ¡Cómo transforma a los seres humanos! ¡Cómo les cambia el rostro! ¡Cómo a la mayoría les remarca la soberbia, el cinismo, la hipocresía, la amargura, la frustración, la sed de venganza o la metálica voracidad!
Tienen tan sensible la piel que un miligramo de censura lo convierten en la más grave ofensa sobre su pulcra y moralmente indigente humanidad.
Azorín aconseja al político tener la virtud de la eubolia que consiste en decir sólo aquello que conviene decir. Esto es, reflexionar antes de abrir la boca.
Existe gran diferencia entre los significados de crítica, murmullo y rumor:
La crítica suele el común de la gente y, entre ella, los políticos, endilgarle significaciones negativas, por eso la rechazan, porque la sienten ofensiva, ya que a diario sus razonamientos los nubla el sahumerio enervador de la lisonja de los alabarderos oficiales. La crítica seria, responsable y reflexiva es la que hacen con autoridad moral los analistas del que hacer crítico a la conducta de los hombres de Estado.
El murmullo es el retumbante ruido de quejumbrosos censores permanentes tanto de lo bueno como de lo malo, cuya falta de oficio la suplen dando ejercicio a su lengua con irresponsables comentarios.
El rumor es la corriente de una sorpresiva cadena formada por eslabones de voces insatisfechas que exhiben sus razones, descontentos y angustias que, convertidas en cajas de resonancia, repiten las señales que otras voces interesadas les envían perversamente desde adentro o desde afuera de la fortaleza del poder.
La palabra crítica fue introducida por Kant para designar el proceso por medio del cual la razón transita al conocimiento de sí misma, o sea, “el tribunal que garantice a la razón en sus pretensiones legítimas, pero que igualmente condene a aquellas que no tienen fundamento”. Esta es labor del analista, del crítico, de quien a través de sus reflexiones –producto de la experiencia-, coadyuva para que aquellos que tienen el poder hagan de su conducta responsable actividad digna del reconocimiento público.
La soledad es el manto que cubre a los inaccesibles hombres de Estado, que insensibles a la crítica, inadvierten los fatales presagios que traen aparejados los resonantes eslabones del rumor y del murmullo.