28/9/08

EL MIEDO

El miedo está ahí, presente, eternamente presente, vistiendo sus harapos de tiempo, de soledad, baldío de ternura, de esperanzas y ensueños. Todo lo conmueve y desespera, lo asombra, inmoviliza o desmorona. Es el imperio de lo trágico, fantasmal y agónico. Es la fecha que nunca llega; la ilegible letra de lo desconocido; el ansia de ser, de estar, de vivir, de amar, de poseer, de realización. Irrumpe con su antigua, primitiva máscara y se planta frente a nosotros empuñando flores marchitas o deshojando mariposas nocturnas.

Es la pesadilla de lo cotidiano arrastrando escandalosos eslabones de una herrumbrada cadena de frustraciones. Es la amarga realidad del misterioso porvenir; la agenda en blanco del moribundo; la sentencia de muerte suspendida sobre la frágil, pendiente existencia del dudoso culpable. Columna vertebral helada de pasiones.

El miedo es real e imaginario, incesante, ubicuo, sin edades, geografías fijas o seguro destinatario. Es el primer llanto del recién nacido y el último aliento del crucificado.

En vano los conjuros, las prácticas de hechicerías, los estragos de la droga, del alcohol, la blasfemia o la súplica, quien esté poseído del miedo transita bajo su impulso sin escapatoria alguna. Expulsarlo, hacerlo ajeno, rechazarlo, es la gloria de los héroes. Es la hazaña de la redención.

Porque el hombre es fabricante de olvidos, en sus recuerdos ignora que es el inventor de sus propios miedos. Otro hace la oscuridad, la noche, la lluvia, los truenos, los relámpagos; otros son los verdugos, los creadores del cadalso, de la guillotina o la horca; otros los que aprovecharon la rueda, la máquina de vapor, las computadoras, el reloj checador; otros, quienes se erigieron en dioses; y, otros los solitarios prometeos con su antorcha encendida, iluminando hacia el futuro o al alba.

De lo divino a lo profano, retumban los cascos de lumbre del miedo agitando banderas de espanto. Es la arruga del tiempo que, imprevista, amanece en el rostro del espejo; el primer anuncio en el cabello, del cambio de estaciones; la vanidad con medias retorcidas; el desmedido afán de permanente juventud.

Entre el ser y el no ser, el miedo es péndulo marcando el destino del hombre. Nervios de acero, tranquila indiferencia, inalterable faz, provocan en el miedo cambio de rumbo y de víctimas. Excluir el miedo de nosotros mismos, es crecer, madurar, trascender la noche y prever el futuro.

Lo profano crea lo divino, mas lo divino alimenta lo profano. Desdoblamiento del mundo. Carne y espíritu. Azul e infinito.

El miedo es el temor a lo desconocido, al castigo, a la soledad, al vacío, a la cumbre o al precipicio.

El miedo es el impulso que previene ante indicios, amenazas o rumor. Es el contenido de una norma hecha realidad en la conducta del infractor. Es la verdad real encajando perfectamente en el marco de la verdad jurídica. Es continente y contenido. Odio y amor. Amorodio de ángeles que han perdido en el vuelo sus alas.

El miedo es un demonio familiar que el hombre lleva siempre consigo. ¿Quién domina a quién?

Vencedores del miedo ha hecho la historia. Seguro es el camino desbrozado por ellos. Quien valientemente sostenga no haber sentido miedo jamás, es un cobarde.