EN TABASCO EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA
VI/XII
5 HIDALGO Y LA INDEPENDENCIA
5.1 LA REBELIÓN DE YANGA
Antes de hablar del movimiento libertario de la Independencia, fijemos el recuerdo histórico en la rebelión de Yanga.
En el trayecto del régimen colonial se manifestaron intentos aislados de diversos grupos sociales que aspiraban a la mejoría de sus condiciones de vida y liberarse de la explotación a la que se hallaban uncidos. México no es un sólo México, somos muchos México, no hay una sola expresión idiomática, hay muchas ya que la riqueza de dialectos semejante a la de nuestros trajes típicos, es mucha y sirven de expresión, de transmisores de ideas, de conceptos, revelaciones y de unidad étnica en nuestras diversas manifestaciones de cultura. La vida de los indígenas en nuestro país fue y es precaria, indiferente al sentimiento de quienes en su soberbia de poder o de rango oficial o empresarial, son insensibles a la angustia de la inmensa mayoría que por temor a la nada elevan plegarias de resignación y de divinas esperanzas.
Si la vida de nuestros indígenas es desesperante, la de los esclavos negros antes de la Independencia era superior en angustias, en miserias y en eslabones de una humillante cadena de sufrimientos. Yanga, esclavo negro, habría de convertirse en lejano precursor de nuestro grito libertario, desafiando a la autoridad virreinal. Sus raíces familiares procedían de la zona del Congo o Gabon, narran las crónicas que al parecer era hijo de un rey que gobernaba la región del alto Nilo. Su nombre no lo registra la historia, sin embargo, lo apodaban “el Yanga” que, en su lengua materna significa “rey o príncipe”. Es llevado a Veracruz para tomar parte en labores de recolección de la caña de azúcar. Unido a otros esclavos decide huir de la hacienda de la Concepción donde vivían, y buscar la libertad de los negros. En torno al año de 1570 Yanga y sus compañeros se refugian en las montañas cercanas al Pico de Orizaba. Estos rebeldes carecían de lo indispensable para vivir y obtenían sus sustentos gracias a sus amigos, en las haciendas de la zona agrícola entre Córdoba y Orizaba o robando los cargamentos que se transportaban entre la ciudad de México y el Puerto de Veracruz. Llega el año de 1609, la rebelión provoca inquietud, incluso en la ciudad de México. Por tal motivo las autoridades virreinales decidieron ponerle fin. Desde la ciudad de Puebla parte una expedición encabezada por el Capitán Pedro González de Herrera. El 20 de Febrero recibe un mensaje de Yanga, en el que manifestaba haber huido con sus hombres para liberarse de los malos tratos que recibían. Tras años de trabajo, Yanga viejo y cansado, nombra nuevo jefe para sus 500 hombres, éste se llamaba Francisco de la Matosa y era originario de Angola. Lo llamaban Ñanga o “el hijo de Yanga”, hubo algunos combates en los cuales los militares triunfaban en todo, se narra que en una ocasión entraron al pequeño poblado donde habitaban los negros. Yanga y sus hombres lograron de nuevo esconderse en las montañas. Se prolongó la situación; los enviados del virrey decidieron celebrar un pacto con Yanga. Éste les ofreció la paz a cambio de un territorio libre de la esclavitud donde pudieran vivir él y los suyos. A cambio les prometía cumplir con todas sus obligaciones como ciudadanos: obedecer a la corona española, ayudar si había guerra con otro país y pagar impuestos. Después de considerar dichos ofrecimientos la corona española aceptó ese plan de paz y así se fundó una nueva población a la que se dio el nombre de San Lorenzo de los Negros, cerca de la ciudad de Córdoba. A partir de 1932 ya como un municipio de Veracruz, el pueblo se llama Yanga. Vuela el pensamiento. Llega hasta ese lugar, la luna ilumina el poblado. La gente descansa. A la mañana siguiente, los pájaros en libertad cantan su gozo; los hombres salen a la diaria tarea. No hay fijación en el color de la piel, hay fijación en las manos libres y en el corazón florecido de esperanzas, Yanga lleva en su nombre sonido de percusión y aliento de gloria.
6 RETRATO HABLADO DE HIDALGO
La lectura de la historia de la Independencia de México, da elementos a la imaginación para construir el retrato hablado de D. Miguel Hidalgo y Costilla. Así lo vemos: de estatura media, la tez blanca, avanzada calvicie, frente amplia, ojos azules, nariz perfilada, labios delgados, boca chica, erguido, sosteniendo en la diestra un estandarte que lleva la imagen morena de la virgen de Guadalupe a la que los historiadores oponen a la española virgen de los Remedios. Se le mira con admiración y respeto arengando a la muchedumbre con voz enérgica y decisión.