EN TABASCO EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA
X/XII
8.1 EXCOMUNIÓN IRREGULAR
No obstante – agrega Monroy González-, en principio el dictamen reconoce que pudo haber varias irregularidades de forma y fondo en los juicios realizados durante la lucha armada en contra de los insurgentes. Todavía queda entredicho el acto del entonces obispo electo de Michoacán, ya que canónicamente carecía de autoridad para excomulgar al cura Hidalgo toda vez que su nombramiento no había sido ratificado por Roma. Las decisiones de la monarquía –que había nombrado Abad y Queipo como obispo de Michoacán- quedaban sujetas a la aprobación pontificia, por lo que hay argumento de peso para afirmar que la excomunión pudiera ser declarada como “nula”.
Además, el P. Watson desestimó la veracidad de la “leyenda” de que ambos sacerdotes se les haya rapado la cabeza y las manos durante el juicio de degradación, pues consideró que dicho acto había caído en desuso para el siglo XIX.
8.2 SACRAMENTO Y PIEDAD
Para Hidalgo y Morelos –asienta Monroy González- como hijos de la Iglesia fueron los sacramentos y la piedad lo que les mantuvo en comunión con ella. El Padre de la Patria recibió auxilio religioso y se confesó antes de ser ejecutado; en tanto que, el Siervo de la Nación mantuvo su fidelidad, pues los documentos hablan de testigos que le vieron rezar durante su traslado a San Cristóbal Ecatepec y por visitar devotamente la Capilla del Pocito, en la Villa de Guadalupe antes de su ejecución.
En el trazado histórico documental que según Monroy González será enviado a la LXI Legislatura el P. Watson certificó que, Hidalgo y Morelos, como hijos de la Iglesia fueron sepultados en camposanto y que, incluso, años más tarde sus restos fueron depositados en el recinto más importante de nuestro país la Catedral Metropolitana de México.
8.3 PLENAMENTE RECONCILIADOS
Ya en el pasado –prosigue Monroy González- esta verdad de que tanto Hidalgo como Morelos murieron en el seno de la Iglesia fue respetada por los Arzobispos de México. Mons. Luis María Martínez, instruyó una investigación en la que se resuelve: “Habiendo muerto confesado y absuelto, con esa muerte cristiana cesaron todos los efectos de la excomunión y esperamos con la misericordia infinita de Dios nuestro Señor que salvará su alma” el cardenal Miguel Darío Miranda colocó la bandera de México en el Altar Mayor de la Catedral y oró por los héroes de la patria el 6 de septiembre de 1856.
Años más tarde, el cardenal Ernesto Corripio Ahumada celebró una Misa en honor de los caudillos el 12 de septiembre 1985 en la Parroquia de Dolores, Hidalgo, en el marco de la conmemoración del 175 aniversario del inicio de la Independencia.
Por último, apunta Monroy González que, para la celebración del Bicentenario de la Independencia, también se prevé que el cardenal Norberto Rivera Carrera oficie una Solemne Misa en honor de los insurgentes.