2/7/09

UN GRAN MAESTRO

EN MEMORIA

A Jorge Horacio de la Cerda Ritz

La memoria es el arcón de los recuerdos. Traer al presente imágenes de seres queridos, de maestros, de compañeros de estudio, de trabajo, de inquietudes, de ideales, de acciones positivas, de impulsos vitales, de anhelos de trascender, es llevar a nuestra alma la luz espiritual de quienes convivieron con nosotros momentos de alegría, de sufrimientos, de ensueños, de tristezas, y de lazos fraternales..

Hoy venimos con la profunda devoción de la amistad, del respeto y del cariño a rendirle homenaje a un maestro, a un amigo, a un Señor que supo dejar en Tabasco la huella permanente de quien apasionado por el estudio, la cultura y el ejercicio de la jurisprudencia, sembró afectos y reconocimiento público. Ese hombre que hoy nos convoca es el Señor licenciado Jorge Horacio de la Cerda Ritz.

Soy egresado de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Allí realicé mis estudios de preparatoria y derecho, cuando aún dicha Magna Casa era Instituto Juárez. Tuve el privilegio de contar entre mis maestros al distinguido jurista y notario público Jorge Horacio de la Cerda Ritz. Recuerdo su figura y sus enseñanzas: estatura media, complexión delgada, moreno claro, frente despejada, cabello negro y ondulado, ojos oscuros, nariz perfilada, labios delgados, pulcro en el vestir, recio en el carácter, voz clara y determinante, convicciones firmes, varonía en sus expresiones y manifestación de sonriente y discreta alegría, cuando el caso así lo ameritaba. Con la ansiedad juvenil esperábamos sus exposiciones, reunidos en el salón de clases, Juan Araiza Cabrales, Calixto Cámara León, Carlos Ovidio Cruz, Carlos Ovidio Beauregard, Armando Olán García, Lilí Gordillo, María Esther Pedrero, Sara de Dios, Carmen Sosa y yo, que disfrutábamos la voz, la transparente mirada del maestro, sus profundas y claras disertaciones y salíamos gozosos después de la cátedra a intercambiar opiniones.

Nuestro homenajeado llegó a Tabasco por invitación que le hiciera el entonces gobernador Francisco J. Santamaría. Sus raíces, se prendieron para siempre en este suelo. Celebró matrimonio con la señorita Josefina Elías Hechem Haddad, procreando dos hijos: Jorge y Norma de la Cerda Elías. Fue abogado postulante y notario que con respeto a la sociedad y a sí mismo, supo hacer de la fe pública la identidad de la verdad con la certeza. Sabedor de que el pueblo, la sociedad, mira y oye a través de los ojos y oídos del notario, -quien da fe de los hechos, actos y escritos, puestos a su alcance y evidencia-, rubricaba con su firma la veracidad de su testimonio.

La cátedra fue parte del patrimonio espiritual que legó a este Estado el maestro Jorge Horacio de la Cerda Ritz. La Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, de la cual fue rector, le rinde homenaje a través de quienes, sus alumnos, no lo defraudamos y que con nuestro quehacer cotidiano justificamos su apasionada labor.

El polvo vuelve al polvo en la serena
mansedumbre vital que nos anima.
Para llegar a la adorada cima
sacude el regio león su áurea melena.

La materia no desaparece sólo se transforma. El espíritu abandona la cárcel de su cuerpo y convertido en energía cósmica se integra a la Alta Luz que alumbra nuestro ser. Que siga viva en nuestra memoria la presencia lumínica de Jorge Horacio de la Cerda Ritz.