A LA LUZ DE LA LUNA
Ellos no saben de ternura ni esperanza. Allá, en lo alto, en la azotea del mercado Pino Suárez, caída la noche, trepan. Allí duermen. Sus edades fluctúan entre los nueve y catorce años. No tienen hogar. Carecen de familia y... de afectos. En el día pululan por diversos rumbos de la ciudad, mendingando un pan, ropa de deshecho o buscando la forma de obtener algunos dineros para vivir –mejor dicho morir- en sus sueños artificiales.
Unos inhalan thinner, otros fuman marihuana, los hay quienes padecen tuberculosis y quienes del hurto hacen su escuela allá, en las alturas.
Niños de extraviada mirada, de ojos hundidos, de rostros morenos, de lacios y enmarañados cabellos. Niños que van creciendo a la sombra del desamparo, como arbolillos silvestres; niños que temen a la policía, que son clientes asiduos de las tlapalerías donde obtienen thinner o el cemento, que son víctimas de homosexuales, de viciosos adultos; niños con el hambre reflejada en su angustia.
Para ellos el día es la pesadilla eterna de su vida. Pedir un taco, cargar un bulto, sufrir la hosca mirada de la comidera, huir al gendarme o alegrarse con la ganancia de unos centavos por hacer un mandado.
Desharrapados, sucios, no conocen el baño. Liendres y piojos hacen nidos en sus cabezas, sus barrigas son botijas de lombrices y, sus pulmones, desechos cernidores a causa de las inhalaciones a que son adictos.
Poco a poco el cerebro se les irá atrofiando. Nunca serán útiles a la sociedad. Ellos jamás sabrán lo que es la verdadera alegría de vivir. Vida sin primavera ni alboradas. Sombras nocturnas, baldías de esperanza.
Pero... lo triste y cierto, es que allí están. Se llamarán Juan o Pedro, sin apellidos ilustres. Acurrucados unos a otros, pequeños e indefensos ramos de miseria, tienden sus cuerpecitos en la losa del techo del mercado, lanzan la mirada hacia el cielo y contando las estrellas se duermen. ¿Qué clases de sueños serán los suyos?... Y esto debe saberlo alguien. Porque urge rescatarlos para su rehabilitación si aún es posible y darles la ansiada protección que necesitan.
Otros vendrán… otros… otros.